Correr
sin zapatos o con
calzado
minimalista se ha puesto cada vez más de moda entre las personas que
practican running. De hecho, tiene su propia etiqueta:
“barefoot running”.
Pero, ¿es realmente beneficioso o perjudicial para nuestro cuerpo?
Varios estudios llevados a cabo por el biólogo
Daniel Lieberman de la Universidad de Harvard (EE.UU.) y recogidos por la
revista
Nature,
ponen de manifiesto que
los corredores
descalzos evitan pisar con el talón, asentándose en cada zancada en la parte
delantera o intermedia del pie, lo que reduce el impacto contra el suelo
y vuelve innecesaria la amortiguación presente en los talones de las zapatillas
deportivas que más se utilizan en la actualidad. Estos resultados son
equiparables incluso en las superficies más duras.
¿Es mejor correr descalzo? Los investigadores
están de acuerdo en que
aún se precisan
de más estudios que prueben si correr de esta forma provoca menos
lesiones
que quienes lo hacen con calzado.
Convencidos de que nuestra anatomía está preparada
para ello, lo que sí recomiendan los expertos es no cambiar de un sistema a otro de forma radical porque, al no estar acostumbrados, sobrecargaríamos
los músculos y tendones, lo que podría derivar hacia una lesión. Para
empezar, correr descalzos por la playa un día al mes, puede ser la mejor forma
de empezar e ir incrementando el “barefoot running” poco a poco a
nuestra rutina de ejercicio.
Y si corremos con zapatos, ¿entonces cada cuanto
tiempo (KILOMETROS) deberíamos cambiarlos?
Lo cierto es que las zapatillas de correr
tienen un periodo de vida útil, pasado el cual, y pese a que su aspecto
exterior pueda parecer optimo, el desgaste hace que pierdan absorción contra el
choque, amortiguamiento y estabilidad y de continuar usándolos aumenta el
stress e impacto sobre tus piernas y articulaciones, lo cual puede causar
lesiones por sobre entrenamiento.
¿Cuándo
debo cambiarlas?
En general, las tiendas de deportes
especializadas recomiendan cambiar de zapatillas cada 700 u 800 kilómetros,
dependiendo de tu estilo de carrera, de tu peso así como de la superficie en la
que corres. Los corredores más ligeros pueden cambiar sus zapatillas cercanos
800 kilómetros, mientras que los corredores más pesados deben considerar
cambiar su calzado cerca de los 650 o 700Km.
No te fíes que el aspecto externo que tienen es
bueno. El primer punto de chequeo sin duda va a ser la suela, su desgaste o rotura ya nos
va dar una indicación, pero lo realmente importante es la media suela, que es la que provee el
amortiguamiento y la estabilidad, en ella reside la capacidad de amortiguación
y estabilidad de tu pisada y usualmente se rompe antes de que la suela muestre
signos importantes de desgaste. No es fácil poder verificar el interior de esta
capa por eso te proponemos “control”.
Lo ideal es fijar un calendario para saber cuando
las compraste y cuantos kilómetros han recorrido con ellas y una alternativa
es, que cuando llegues a la mitad de la vida de tu calzado, compres otro par de
zapatos para rotarlos en tus entrenamientos y carreras. Tus zapatillas durarán
más si permites que se descompriman y se sequen entre tus entrenamientos.
Si has sentido fatiga de tus músculos, dolor en
las espinillas, o en tus articulaciones, especialmente en tus rodillas, puedes
estar usando zapatos que ya no tienen una amortiguación adecuada.
@joserondon26
@comuni_activa